lunes, 3 de diciembre de 2007

Final de la vida.

La Ética en el paciente Terminal
La enfermedad Terminal tampoco se limita, por encima de lo meramente biológico, a un recorrido vivenciar de unas determinadas etapas que van marcando las reacciones psicológicas del enfermo ante la muerte anunciada e ineluctable, reacciones que necesitan comprensión, apoyo y acompañamiento.
La situación Terminal constituye, por encima de todo eso, una amenaza a la integridad del hombre, a su dignidad personal, que pone a prueba al enfermo y a los que le atienden. Y cuando esto se comprende, los resultados no se hacen esperar.
Uno de los grandes promotores de los cuidados paliativos, ese modo tan profesionalmente médico de respetar la dignidad de los que van a morir, afirmaba que, a su juicio, uno de los argumentos más fuertes contra la eutanasia es el buen uso que él había visto hacer a muchos pacientes, y a sus familias, de los días finales de su existencia, después de que el dolor hubiera sido mitigado y antes de que llegara la muerte.
Eliminar, mediante un acto de muerte compasiva, esa oportunidad dignificante equivaldría a privar a la familia y a la sociedad del valor y dignidad que se concentra justamente en el tramo final de la vida humana.Apenas merece más que unas pocas líneas la referencia obligada a la condena ética La universal condena del encarnizamiento terapéutico, atentado a la que ha recibido el encarnizamiento terapéutico.
La condena es universal: viene de las instancias pro-vida, lo mismo que desde las filas de los pro-eutanasia; de las organizaciones profesionales de médicos y enfermeras lo mismo que de los comités, nacionales o internacionales, de bioética. Lo notable del caso es que todas esas condenas, vengan de donde vengan, señalan que la obstinación terapéutica es un atentado a la dignidad del morir.Nadie duda hoy de que la obstinación terapéutica constituye un error, médico y ético, muy difícil de justificar.
Todos comparten la idea de que aplicar tratamientos deliberadamente inútiles cuando ya no hay esperanza razonable de recuperación, en particular cuando provocan dolor y aislamiento, quebranta la dignidad del moribundo. Esto hacer referencia al ensañamiento terapéutico, es decir cuando el pronostico del paciente es desfavorable y el diagnostico Terminal no tienen sentido ni para el paciente ni para la familia continuar realizando intervenciones quirúrgicas, exámenes innecesarios, etc., ya que lo único que causa es mas dolor e intranquilidad en el paciente debido a la invasividad de los procedimientos y el gasto económico de la familia y alimentar falsas esperanzas de sobrevida.
Cabe señalar que el papel de los profesionales de la salud es sopesar el valor, eficacia y proporcionalidad de los medios de que disponen, no de juzgar el valor de las vidas que les son confiadas.
Y, sin embargo, algunos médicos y enfermeras, en los que ha calado profundamente una idea radical de la calidad de vida, consideran que hay vidas tan carentes de calidad y dignidad, que no son merecedoras de atención médica y que son tributarias de la muerte compasiva. Tal actitud subvierte la tradición ética de las profesiones sanitarias, uno de cuyos elementos más fecundos y positivos, tanto del progreso de la Medicina como en el de la sociedad, consiste en comprender que los débiles son importantes, que poseen plenamente la dignidad de todo hombre. Esta idea, no es difícil intuirlo, estuvo presente en el inicio del proceso civilizador y en el nacimiento de la Medicina. Ser débil era en la tradición deontológica título suficiente para hacerse acreedor de respeto y protección. Incluso, el ser débil económicamente dejó de ser marca de discriminación para la atención médica.
La socialización de la medicina constituye uno de los esfuerzos históricos de mayor porte en homenaje a la dignidad humana de todos.
Y hoy, sin embargo, ese esfuerzo parece afectado de una intensa fatiga ética y se habla abiertamente de reducir los costos, ciertamente gigantescos, de la atención de salud. Se está hablando abiertamente de racionar la atención médica y de estratificar los cuidados, no según su coeficiente de beneficio/costo, sino según las condiciones socio-económicas (edad, capacidad de pagar, estado de salud) de los pacientes. Se introduce así una discriminación que afecta a lo más medular de las relaciones entre médicos y paciente: estos ya no están investidos de la única y suprema dignidad del hombre, sino que pueden distinguirse en diversas categorías: los débiles serán discriminados.Las ciencias médicas corren así el riesgo de convertirse en un instrumento de ingeniería social.
Pero esa es una idea totalmente extraña a la ética de la atención de salud. Lo específico de médicos y enfermeras es ayudar, con su conocimiento y habilidades, a los enfermos y débiles, a seres humanos que viven la crisis de estar perdiendo su vigor físico, sus facultades mentales, su vida.
El respeto por la dignidad del hombre, toma en Medicina, una forma peculiar y específica: el respeto a la vida debilitada.

Cuidados Paliativos en Pacientes Terminales
El desarrollo de los cuidados paliativos para las personas terminales, es decir que esperan el final de su existencia, es un gran progreso de los últimos años. Estos tratamientos permiten que el dolor se atenúe y que se acompañe a los enfermos, ayudándoles así a que mantengan su dignidad y a darles a entender que su existencia, incluso cuando ya se acaba, vale la pena de que se viva.
El paciente terminal debe recibir el mismo tipo de cuidados y atención que un paciente con pronóstico medico favorable, asegurándole al paciente terminal la alimentación, oxigeno e higiene, para tenga una muerte digna y sin dolor. Enmarcado en este último punto se ha desarrollado en nuestro país el programa de alivio del dolor, el cual en gran medida es llevado por la enfermera siendo ella quien tiene el contacto directo, más cercano y por más tiempo tanto con el paciente como con la familia.
A través de dos casos clínicos se detalla el final de la vida en un paciente joven y otro de edad mas avanzada

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