lunes, 3 de diciembre de 2007

Dilemas éticos y SIDA

Actualmente el SIDA/VIH es considerado una epidemia de cobertura mundial que afecta a hombres, mujeres y niños, sin importar su nivel socioeconómico ninguna característica, por lo tanto ante tantas personas expuestas los dilemas éticos que se exponen en diversos escenarios son diversos desde la familia hasta la farándula pasando por el medio laboral, salud, administrativo, etc.
La OMS considera que actualmente en el mundo un total de más de dos millones y medio de personas afectadas por el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida y unos trece millones que se encuentran en la situación de ser portadores del virus que causa la enfermedad conocida como SIDA, el VIH. Esto quiere decir que las personas que sufren de SIDA ya están en una etapa avanzada y con síntomas de este síndrome, en cambio los individuos que se son VIH positivo son aquellos que no han presentado síntomas del síndrome, no afectando aun el sistema inmunológico, al margen de que si han sido o no diagnosticados.
Esta patología de carácter infecto contagiosa , que comenzó siendo una enfermedad que afectaba a los habitantes de las naciones desarrolladas, en cambio hoy en día una epidemia que tiene especial incidencia en el llamado Tercer Mundo o países sub.- desarrollados como es el caso de los países africanos.
El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) Se transmite mediante tres vías: hematológica, semen y otras secreciones sexuales, y el cauce materno-filial: embarazo, parto y lactancia.
Se han elaborado exámenes de laboratorio para su detección mediante la localización de los anticuerpos que el virus produce, aunque se ha de tener en cuenta el llamado periodo ventana en el que se puede estar infectado pero aún no se han desarrollado los anticuerpos y que puede durar un plazo de tiempo de hasta seis meses.
Debido a las tres vías de transmisión, se empezó a hablar de determinados grupos de riesgos (homosexuales, heroinómanos y hemofílicos). Esto produce la falsa opinión de que los no pertenecientes a dichos grupos están libres de la posibilidad del contagio y acentúa la discriminación de la que pueden ser objeto homosexuales y drogadictos. Por ello, y por su incurabilidad, hoy en día, el SIDA es una enfermedad que encierra una gran problemática de tipo social y moral.
El tratamiento con ciertos fármacos consigue importantes mejoras en la calidad y cantidad de vida de estos pacientes pero desgraciadamente no es curativo de la enfermedad. Los profesionales de la salud tienen un riesgo relativamente pequeño, pero evidente, en el ejercicio de su profesión.
Actualmente, el riesgo de seroconversión se valora entre un 2 y un 3 por mil en caso de accidente fortuito (pinchazo).Por todas las características de la enfermedad es necesario resaltar la importancia de la educación sanitaria en cuanto a hábitos y medidas preventivas como el uso de preservativos y de jeringuillas y agujas desechables.+
La epidemia del SIDA ha tenido la “virtud” de estremecer a la sociedad y hacer que se mire en su realidad socio-económica y cultural. No sólo en relación a las personas que se han infectado con el VIH o que han enfermado por el SIDA. Más allá, ha obligado a que en la sociedad se reconozca la existencia de diferencias. Pero esta irrupción ha puesto a prueba además al conjunto de recursos biomédicos, científicos, económicos y sociales que sostienen el edificio social contemporáneo.Son muchos los abordajes preventivos que se han explorado a lo largo de los años para controlar la epidemia de SIDA en el mundo.
El enfoque tradicional se basa sobre lo que es deseable y lo que no, enmarcado básicamente en el concepto salud-enfermedad. Sin embargo este paradigma debiera ser reorientado y dirigido hacia un concepto de salud que surja a partir de los individuos, que destaque lo deseable o lo correcto desde una postura ética, en relación a la apropiación del cuerpo como instrumento puesto al servicio de la vida y donde la responsabilidad y el ejercicio de la libertad estén trascendidos por una mirada de respeto hacia el otro.
El sida exige una respuesta solidaria a partir de cada individuo, por lo que la transformación tiene que darse a partir del rescate de cada quien como agente moral, del reconocimiento de la diversidad y del respeto a los derechos humanos.
Principio de autonomía
El concepto de autonomía, esencial cuando se trata el tema de los exámenes de detección del VIH, implica que una persona tiene el derecho a determinar sobre su cuerpo o su salud, de acuerdo con sus propios principios valóricos y prioridades personales. Es decir, el someterse a los exámenes de VIH debe resultar de una decisión en informada, luego de la promoción pertinente de su importancia diagnóstica, y no de un acto coercitivo, impuesto por la sociedad sobre la persona.
Es éticamente inaceptable privar de la libertad a cualquier persona basándose no en lo que ha hecho, sino en lo que podría hacer más adelante, es decir, no se puede aislar a una persona por la posibilidad de transmitir una enfermedad en el futuro por la circunstancia de padecer esa enfermedad ahora.
Esta medida, además de carecer totalmente de ética y humanidad, sería tecnológicamente y económicamente inviable. El aislamiento de los infectados por el VIH es una medida que va en contra de los derechos humanos fundamentales de las personas.
Por todo esto, deben seguirse medidas centradas en la prevención, la información y la voluntariedad y responsabilidad de las personas en cuanto a individuos pertenecientes a la sociedad.....
Exigencia de un cribado universal realizado con el fin de detectar las personas que hayan sido Infectadas por el virus VIH.
Los principales motivos que se derivarían de esta exigencia y que, en un principio, favorecerían la salud pública, se basarían en que este cribado podría servir para conocer las dimensiones reales de la epidemia y para que los afectados pudieran conocer su situación y evitar comportamientos que supusieran riesgos para ellos mismos y para los demás. Sin embargo, un cribado universal no asegura que los cero positivos se abstengan de conductas de riesgo, ni constituye un último recurso para luchar contra esta enfermedad, y a la vez amenaza valores como la libertad, privacidad y confidencialidad de la persona. Realizar las pruebas de detección del VIH es éticamente exigible en el caso de donación de órganos, tejidos, sangre y semen, ya que está demostrado el riesgo de contagio y el hecho de donar es un acto voluntario y libre, por lo que es ético exigir el test previo del VIH.
En cuanto al sometimiento del test a todas las mujeres embarazadas, nos remitimos a lo anteriormente expuesto en cuanto al cribado universal aunque sí es correcto que se ofrezca el test a toda la mujer que voluntariamente lo desee. Dejando por un momento el ámbito hospitalario, sí hemos de reseñar que está totalmente injustificado que se exija el test a personas que ya han sido admitidas en un trabajo, dado que las condiciones del medio laboral no suponen ningún riesgo de contagio.
Principio de justicia
Este principio se ve abalado mediante una serie de legislaciones de cada país o estado y además por diversos organismos internacionales como la OMS, OPS y distintos códigos de éticas de la profesiones de la salud, pero todo esto apunta a que los pacientes reciban atención de salud oportuna, eficiente y digna.
Existiendo también aspectos relevantes como la confidencialidad del diagnostico, lo cual es muy importante en todas aquellas patologías que genera una discriminación social como el SIDA, TBC, Enfermedades de transmisión sexual, patologías psiquiatritas, etc.
Art. 25 de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar y, en especial, la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios.
El derecho indiscutible de todos los ciudadanos a recibir asistencia sanitaria se fundamenta en los siguientes principios: el derecho a la vida y a la salud de toda persona, la afirmación de la igual dignidad de todo ser humano y la obligación del estado de proteger a la sociedad en su conjunto.
Todo esto es aplicable a los enfermos por VIH, como dijo Justiniano: Casos iguales exigen tratamientos iguales. No hay que olvidar que todos los afectados por el SIDA son casos iguales y no hay que discriminar a ningún afectado por el virus por ningún motivo.
En conclusión podemos afirmar que el personal de enfermería y el resto del personal sanitario, deberán cuidar sin ningún tipo de discriminación a las personas afectadas por SIDA o a las personas seropositivas y, para ello, debe estar preparado para dar los cuidados integrales que estos enfermos precisen con el mismo nivel de calidad que para el resto de los pacientes.
El paciente afectado por VIH se encuentra en una situación sumamente difícil, por lo que la enfermera ha de mantener una actitud solidaria y sin discriminación, y ser una vía de educación sanitaria para ellos, para sus familiares y amigos y en general para toda la sociedad. Si bien ha quedado claro que existen riesgos de posibilidad de contagio para el profesional de enfermería, y que al escoger esta profesión se acepta la existencia de dichos riesgos, la enfermera tiene el derecho a trabajar con las medidas de seguridad y de prevención oportunas para prevenir al máximo el posible contagio.
Numerosos son los retos presentes y futuros que, en el terreno bioético, la epidemia de SIDA le está imponiendo a la humanidad. Asociado al VIH/SIDA aparecen realidades como el estigma y la discriminación, los problemas relacionados con la confidencialidad y la privacidad, el secreto profesional, el encarnizamiento terapéutico y los problemas relativos a la muerte, el desarrollo de nuevos medicamentos, etc.
La indefensión y vulnerabilidad a que se ven sometidas muchas de estas personas en todos los ordenes, ha puesto sobre el tapete la incapacidad de la sociedad contemporánea para lidiar con lo incontrolable y lo desconocido. La bioética puede ser “el hilo de Ariadna” que nos permita probar que aún somos una especie consciente en su acepción más amplia.
Principio de confidencialidad
Base de la confianza necesaria entre médico y paciente, se desprende del principio de autonomía, y resulta de alta importancia cuando se trata del manejo de los exámenes sobre VIH y de la información personal de las Personas que viven Con VIH/SIDA (PCVS). Esto alcanza relevancia en relación a las conductas discriminadoras y la necesidad de las personas, que se sienten en riesgo de infección con el VIH, para realizarse los exámenes y tener el apoyo adecuado en un marco de seguridad de la identidad.
Numerosos son los retos presentes y futuros que, en el terreno bioético, la epidemia de SIDA le está imponiendo a la humanidad. Asociado al VIH/SIDA aparecen realidades como el estigma y la discriminación, los problemas relacionados con la confidencialidad y la privacidad, el secreto profesional, el encarnizamiento terapéutico y los problemas relativos a la muerte, el desarrollo de nuevos medicamentos, etc.
La indefensión y vulnerabilidad a que se ven sometidas muchas de estas personas en todos los ordenes, ha puesto sobre el tapete la incapacidad de la sociedad contemporánea para lidiar con lo incontrolable y lo desconocido. La bioética puede ser “el hilo de Ariadna” que nos permita probar que aún somos una especie consciente en su acepción más amplia.
Principio de beneficencia
Antes del VIH, existía un equilibrio entre la exigencia ética del personal sanitario de actuar en beneficio del enfermo y la comparación de los riesgos que entraña la práctica de la profesión (no estar expuesto a graves riesgos de contagio). Este riesgo de contagio es ciertamente bajo (seroconversión por pinchazo es de un 2-3 por mil. El debate ético surge del interrogante sobre cómo justificar la exigencia de atención que puede conllevar que los profesionales de la salud asuman un riesgo cuya razonabilidad es discutible.
Ferrer determina: Una vez que se ha afirmado la existencia de una obligación individualizada de manera inequívoca, queremos añadir la deseabilidad del establecimiento de incentivos para atraer voluntarios a los servicios de asistencia de SIDA. La sociedad tendrá que garantizar en caso de contagio ocupacional, que el profesional sanitario no sufrirá discriminaciones, tendrá acceso a los necesarios servicios médicos y a una compensación que garantice su seguridad y la de su familia.
Principio de no discriminación
Este se basa en el precepto de igualdad ante la ley y el derecho a no ser discriminado (ambos fundamentos de los derechos humanos y las garantías ciudadanas) que expresan como definición que todas las personas tienen iguales derechos a desarrollarse y llevar una vida enriquece-dora, de acuerdo a sus posibilidades. Ello se traduce, respecto del tema SIDA, en la protección de los derechos humanos de las PCVS, así como de aquellas personas que pertenecen a grupos en los que se producen más conductas de riesgo.Derecho de la salud
Si compartimos de la definición de salud de la OMS: “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, debemos necesariamente considerar las obligaciones de la sociedad a la hora de velar por las condiciones de salud de sus integrantes. Sin embargo, en este capítulo hay que reconocer que existe más de una posible respuesta social frente a la atención de salud y las condiciones de salud pública de la sociedad, y ámbitos de acción diferentes entre los sistemas de salud que asumen obligaciones con las personas: sistema público y sistema privado. La interrogante se abre cuando se trata de establecer la atención de las PCVS como bien público o bien asegurable.
Pero, como bien se plantea en el ámbito de la bioética, existe una correlación entre derechos y obligaciones, es decir frente a una persona tiene un derecho otra tiene una obligación. Por ello, junto a estos principios generales, se alzan otras categorías asociadas a la ética:Las obligaciones de los profesionales de la salud para con las PCVS consideran el principio de la beneficencia, es decir realizar aquellas acciones que maximizan los beneficios y reducen los daños. En esta categoría se sitúa precisamente el no revelar la información sobre las PCVS; la experiencia indica que cuando se conoce el diagnóstico de una persona VIH positiva se produce más daños para ella que beneficios para la sociedad: pérdida del empleo o problemas en el establecimiento donde estudia, aislamiento, hostigamiento de parte de otras personas u organizaciones, retiro de planes de seguro de salud, e incluso acciones violentas.
Por otro lado, nos encontramos con las obligaciones sociales de las personas que viven con el VIH/SIDA. Esta categoría se asocia más bien al principio de la no maleficencia. Cuando se trata del tema SIDA, esto se refiere a la obligación de las PCVS de practicar el “sexo más seguro”. Según algunos bioeticistas, no existe excusa ni justificación éticamente aceptable para no ejercitar dicha conducta de prevención y cuidado, ya que una cosa es que una persona no divulgue o no “confiese” a su pareja que está infectada (podría perder una relación afectiva importante), pero otra muy distinta es no practicar el sexo más seguro.

Sin embargo, este principio -que se refiere a la “obligatoriedad” de no dañar al otro- debe considerarse en un contexto socio-cultural cruzado por dificultades, en particular para conversar temas vinculados con la sexualidad; las relaciones de pareja y con las personas más próximas; la autoestima y las necesidades de afectividad y apoyo psicológico; dificultades que aumentan cuando a estos temas se asocia el SIDA. Estos preceptos de comportamiento ético deben necesariamente confrontarse con la realidad socio-cultural de cada comunidad analizada. No obstante, pensamos que de todas maneras se constituyen en referentes básicos cuando se trata de analizar el tema de la ética y el SIDA.Hay que reconocer que este asunto está en la conversación y el debate de diferentes disciplinas: filosofía, medicina, derecho, comunicaciones, entre otras; de ahí que los principios y categorías descritos pueden interpretarse en forma parcial, por lo sucinto de su exposición. Sin embargo, con este artículo queremos iniciar un esfuerzo por mantener una reflexión continua respecto del tema, que mantendremos en otras publicaciones posteriores.

Virtudes morales de la enfermera
Abnegación: es renunciar a la propia comodidad, incluso a los deseos propios para preocuparse por las necesidades de los demás.
Consagración: es dedicarse de lleno a algo o alguien, casi rendirle culto. Una enfermera que lo cultive con cariño, con cuidado, con amor maternal, pues el enfermo a veces se siente tan importante y otras veces tan olvidado.
Entrega: entregarse es darse, no sólo dar. Es el grado más alto del amor y de la amistad. Lo dice la conocida canción: amar es entregarse olvidándose de sí, buscando lo que a otra pueda hacer feliz.
Servicio: el que sirve sin interés es señal de que ama. La enfermería es esencialmente servicio.
Prudencia y discreción: especialmente en el hablar y en el fomentar. A veces el enfermo se desahoga con la enfermera y le abre sus secretos.
La enfermera debe ser fiel y guardárselos. La intimidad es un derecho de toda persona y lo es más particularmente en el enfermo. Hay secretos profesionales que no se deben comunicar ni a los de la propia familia.
Honorabilidad y honradez: la dignidad de su profesión le impone a la enfermera el deber de respetarse en todo momento, no haciendo nada que desdiga de su honorabilidad, ya sea privada o públicamente, pues su conducta ejerce una influencia especial en la comunidad y en los particulares.
Paciencia: paciencia y pacientes son 2 palabras que parecen tener el mismo origen. Paciente llamamos al que sufre penas y dolencias, y paciencia a la enfermera que le toca poner en juego esta virtud con los caprichos del doliente, con la impertinencia de los familiares.
Otras virtudes que debe poseer son: serenidad, equilibrio, espíritu de sacrificio y prontitud al llamado.
Integridad de la persona: se entiende de la correcta ordenación de las partes del todo, el equilibrio y la armonía entre las diversas dimensiones de la existencia humana necesarios para el buen funcionamiento de todo el organismo humano. La integridad de una persona se expresa en una relación equilibrada entre los elementos corporales e intelectuales de su vida.
Integridad corporal: implica un organismo fisiológicamente normal, un cuerpo apto para lograr los fines y objetivos de la persona de manera eficiente y eficaz y con un mínimo de incomodidad o discapacidad.
Integridad psicológica: la enfermedad puede afectar la integridad psicológica de la persona. La enfermedad emocional es una forma de desintegración en que las ansiedades, obsesiones, compulsiones, ilusiones y otros trastornos psicopatológicos pasan a controlar la existencia.
Integridad axiológica: es decir, la naturaleza interna de los valores que apreciamos y adoptamos.
Integridad social: es el conjunto de valores humanos que adopta el individuo con una armonía psicológica, corporal, axiológica, para mantener en equilibrio el proceso salud-desarrollo social del individuo.
Por eso cuando tenemos un individuo frente a nosotros debemos preguntarnos: si el fuera mi familia ¿cómo pudiera yo aliviar su sufrimiento?
En conclusión, el individuo, la familia, la comunidad, constituyen el centro de atención y el deber ineludibles de cualquier profesional de enfermería que se respete como ser social, ciudadano y profesional.

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